domingo, 5 de enero de 2014

¿Caridad o solidaridad?



En los últimos tiempos, con la crisis, se han multiplicado las críticas al ejercicio de la caridad cristiana. Se la acusa de soberbia, de situarse en una posición de superioridad respecto a la persona necesitada, y se la contrapone a la solidaridad social, que ayuda en igualdad de condiciones. Eduardo Galeano decía que “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.” Pero, ¿están en lo cierto o se trata tan sólo de una confusión? ¿Qué significan realmente estos conceptos?

Solidaridad tiene su origen en la palabra solidus, que se refería al todo. Según el diccionario Perseus, solidus es indiviso, todo, completo, entero. Si atendemos a su origen, solidaridad se entiende enmarcado en dos universos significativos: a) la construcción, en referencia a algo construido de manera sólida, y b) el derecho romano, en referencia a las obligaciones contraídas in solidum, mancomunadamente. De esto modo, la solidaridad hace referencia, por un lado, a la totalidad en que las partes están trabadas y no tienen sentido sino en relación al todo, y por otro, a la concreción de esa realidad en la comunidad humana, en la que la obligación solidaria se entiende como una obligación de todos. De aquí puede derivar el concepto que hoy manejamos de solidaridad, que trataría de entender la necesidad de los individuos como responsabilidad de todos. La solidaridad tiene un sentido profundamente colectivista, en la que el individuo debe sacrificarse en pos de la comunidad, y está emparentada con la responsabilidad de la totalidad para con la parte, y la parte para con la totalidad. Está más vinculada a la acción política, a la asistencia que da el Estado como totalidad al ciudadano como parte. 

La caridad es, como bien señalan sus detractores, muy diferente. En la RAE se la define en primer lugar como la virtud teologal cristiana de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. También se hace uso curiosamente del término ‘solidaridad’: caridad es “actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”. Pero en ningún momento se la compara a la compasión, o a una relación vertical entre limosnero y necesitado en los términos en que se expresaba Galeano. Más bien se la define como amar al prójimo como a uno mismo, lo que implica una relación de igualdad, siquiera en el plano teórico. Etimológicamente, caridad viene del latín ‘caritas’, que significa amor y viene del término ‘carus’, que significa preciado, querido. A su vez deriva del griego χάριτες (járites), que significa ‘gracias’, que deriva de χάρις (járis), que significa ‘gracia, atractivo, encanto, hermosura, donaire, garbo, elegancia’, y que luego en el cristianismo se acuñó con un sentido metafísico: gracia divina, dádiva de Dios. El amor es la gracia de Dios para con los hombres. Pero el sentido más literal de caridad es amor, un amor no meramente carnal, sino un amor anclado en la verdad (caritas in veritate). De hecho, en griego se dice ἀγάπη (agápe), que cobra un sentido espiritual al oponerse a ἔρος (éros), que es amor en sentido carnal. Y la definición más conseguida de la caridad es el discurso del amor que hace San Pablo en el capítulo XIII de la primera carta a los corintios: La caridad (ἀγάπη) es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. La caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad está expresada sin palabras en la cruz, donde podemos sentir lo que dijo san Juan: porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. También lo quiso expresar san Agustín diciendo que "la medida del amor es amar sin medida". 

Y después de tanta teoría, cabe preguntar: ¿realmente se pone en práctica esta teoría, o sucede más bien el humillante ejercicio vertical del que hablaba Galeano? Desde luego, es una cuestión que tiene que ver con la acción de personas particulares, pero no es lo que se promueve desde las organizaciones caritativas. En una diócesis concreta, Cáritas ha hecho recientemente un análisis de la realidad que le rodea, y se ha propuesto, entre otras cosas, poner en el centro a la persona y su dignidad, buscar las contradicciones del sistema y, empezando por la propia transformación, promover cambios en el comportamiento y las actitudes de las personas, así como en las estructuras sociales, hacia postulados de justicia, igualdad real y libertad, poniéndole rostro a los números y comprometiéndose con la realidad. El ejercicio de la caridad, a diferencia de la solidaridad, se da en la cercanía, es personal, pero a la vez tiene amplitud de miras para adoptar visiones globales. La caridad se ejerce actualmente tanto en Cáritas como en otras asociaciones que a pesar de ello prefieren acuñar el término ‘solidaridad’, así como por parte de personas particulares no incluidas en ninguna organización. Toda relación de verdadero amor, incluído el matrimonio, está basada en la caridad.

Por último, aparte de estas críticas que hemos mencionado al amor (caritas), hay otra que se le hace desde una postura marxista. Se la hace hermana del estado neoliberal, de tal manera que el estado se hace cargo del monopolio de la violencia y la función administrativa y jurídica, y la Iglesia de la asistencia social. Esta acusación es aguda, pero incierta. A este respecto, Benedicto XVI distingue claramente estado de Iglesia, y señala que “La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia.” (Deus caritas est, 28). Sin embargo, el ejercicio de la caridad no pierde su sentido cuando la asistencia social por parte del estado es completa, porque el estado sólo puede dar sustento material, y el hombre no sólo vive de pan. El amor sólo se da entre personas, entre iguales, y seguirá siendo necesario aunque la justicia sea total, porque el amor va más allá de la justicia. Por otro lado, en la misma encíclica defendió que el Estado, como forma de organización política y social, es temporal. Es decir, no es algo ya terminado, el culmen de un proceso histórico de evolución, como nos lo intentan transmitir a veces en la enseñanza reglada. De modo que no es cierto que el ejercicio de la caridad consolide ningún modelo concreto de estado. Cada generación tiene la tarea de emprender la organización social y económica como lo estime oportuno, siempre que quede enmarcada en parámetros de justicia. Benedicto repite esta idea varias veces en sus encíclicas: “la construcción de un orden social y estatal justo, mediante el cual se da a cada uno lo que le corresponde, es una tarea fundamental que debe afrontar de nuevo cada generación.” (Deus caritas est, 28).

No hay comentarios:

Publicar un comentario